jueves, 26 de enero de 2012

Cortar el cable

Es una noche curiosa. Estoy plantado delante de mi ordenador iniciando la conexión a internet para, irónicamente, preparar mi desconexión temporal. He decidido que voy a intentar huir temporalmente de lo que me enerva, de lo que me hace no ser yo, aunque quizá debería decir de lo que vengo siendo yo en los últimos meses.

Están siendo unos tiempos complicados para la lírica. Vine a un mundo del que me vendieron, como a una mayoría, una versión falseada. Me siento estafado hasta el tuétano. El mérito no se contempla en ningún caso, tampoco la humanidad ni el ser más débil. El fuerte, como un recuerdo de nuestro atávico primitivismo, se erige en un líder a la fuerza que porta el abuso por bandera. El trabajo duro sirve de poco, y gente como yo –que no soy ningún caso raro- se ve abocado a una dualidad de la que no se hacía mención en la versión comercial que nos vendieron: en unos meses puedo alcanzar un grado de titulación modestamente elevado y a la vez me estoy haciendo un precario crónico.

Me cuesta tanto conjuntar ambas imágenes que me supone un gran esfuerzo intelectual verbalizarlo, incluso de manera escrita.

A la vez que me encuentro descolocado en una tesitura que, llámenme alelado, me resulta inverosímil (seguramente por haberme tragado un cuento chino con respecto del mundo) , me veo saturado de lo que precisamente estudio: de información. Estoy intoxicado por tanto enlace acerca de las mil perrerías que ejercen esos que tienen mejores posiciones dentro de la escala social. He incluso normalizado el hecho de que las actitudes que en teoría eran ilícitas y perversas son realmente la norma aceptada, y que las leyes y normas inherentes a nuestra sociedad son nada más que papel mojado en la práctica. Y esa normalización ha dado paso a lo que creo, posible hipocondría mediante, supone un brote de neurosis colectiva en mi persona. Vivo bajo el prisma de una filosofía de la sospecha que no solo me afecta a mí, sino a muchos de los que me rodean virtualmente. Posiblemente, como decía la película, resulta que ustedes y yo no estamos preparados para escuchar la verdad.

Creo que esto es perceptible como una ida de olla de lo más banal, o incluso como un mal disimulado “me bajo del barco”. Pero desde lo más sincero creo que es necesario que reflexionemos acerca de los beneficios de esta sobredosis de datos que conforman un estado de incomodidad. No planteo, en absoluto, hacer como el avestruz y esconder la cabeza. No. Tenemos todos la responsabilidad ciudadana e incluso la necesidad natural de luchar por una sociedad justa y equitativa, sin locuras y con empatía. Pero, como dijo Teresa de Calcuta, “no me invites a una manifestación contra la guerra, invítame a una manifestación por la paz”. Esto es: sabemos cuáles son los grandes defectos de este sistema. Luchemos por eliminarlos y generar algo más justo. Pero no minemos nuestra moral con las sucias triquiñuelas de esas partes tan supuestamente independientes del poder (no pienso ni nombrar al susodicho tribunal). Ya sabemos que están ahí. Son evidencias de que algo falla en un sitio concreto. Igual que no nos agarramos al cable cuando sabemos que da corrientes y lo cambiamos, por favor, parémonos a reflexionar si esto no es acaso lo que debemos hacer. Porque es, sencillamente, lo único útil.

¿Y qué relación tiene esto con una desconexión? Pues sencillamente, necesito cortar el cable. Para cortar el cable tengo que dejar de recibir calambrazos. Y para decidir dejar de agarrarme al maldito cable, necesito bajar los plomos del circuito de la información: las redes sociales en este caso. Si sale bien, y resulta que me convierto en un buen cortador de cables como hay tantos anónimos, sin duda significará que algunos tenemos que bajar el flujo de información para lograr trascender a un nivel de efectividad. Si no, por lo menos habré ganado horas de vida. De momento, yo os lo aconsejo. Vienen tiempos difíciles, y va a haber que hacer un buen acopio de fuerza. Si se nos va y perdemos capacidad de respuesta ante la que está por venir, tendremos media batalla perdida, tenga la forma que tenga.

Procedo a tomarme unas vacaciones de redes sociales, aunque supongo que seré un observador-troll guasón de Twitter y seguiré escribiendo aquí, que me gusta ver puntitos en el mapamundi (un saludo especialmente grande a Chile, sr Aguilera). Además haré algo de humor absurdo en mi nuevo Tumblr Fotografobia, que os invito a visitar (el humor es un buen reconstituyente, probablemente el segundo mejor) y tanto lo uno como lo otro aparecerán en mi FB. Pero no me voy a seguir colapsando de golpes tras golpes y enfado tras enfado. Me enteraré de lo que pasa, acudiré donde haya que acudir, pero no me haré mala sangre.

A ver si, entre todos, nos ayudamos para cambiar ese cable que nos da tanto la corriente.

Un fuerte abrazo.

JM Martín

lunes, 23 de enero de 2012

Trece preguntas sobre el cierre de Megaupload

Preguntas a los cabreados –con razón- por el cierre de páginas como Megaupload:

1) 1) Si las descargas directas y gratuitas eran un “remedio” contra el abuso de las industrias, ¿por qué no se ha protestado activamente cuando empezó el susodicho abuso de las industrias?

2) 2) Si se bloquea la web del FBI cuando se cierra Megaupload por vulnerar los derechos de los internautas, ¿por qué no se bloquea la web de la CIA cuando se vulneran los derechos humanos en Guantánamo?

3) 3) Si el negocio del arte es abusivo hacia quienes empiezan en esto, convirtiéndose el vivir de lo que uno sabe hacer medianamente bien en algo inaccesible, ¿por qué no se bloquea la web de Universal, de EMI o de Columbia, que extorsionan literalmente a los artistas principiantes?

4) 4) Si se es justiciero desde un ordenador contra las malvadas administraciones que nos quitan el entretenimiento, ¿por qué no se es justiciero contra las subidas de las tarifas de servicios públicos –que ya hemos pagado- como la red de metro o de autobús?

5) 5) Si la cultura es libre, ¿por qué no permitimos que sus creadores –los artistas- decidan libremente cómo se gestiona? Si hay artistas que están a favor de la libre distribución, ¿por qué no apoyar precisamente a estos artistas e ignorar -y dejar con su modelo de distribución- a los demás?

Preguntas a los cabreados –con razón- con los dueños de las empresas como Megaupload:

1) 1) Si hay que estar contra Megaupload porque supone que unos pocos se lucren con el trabajo de otros, ¿por qué no se está en contra de las discográficas, las productoras de cine, o directamente contra los dueños de los grupos empresariales que convierten el arte en una mafia?

2) 2) Si los artistas de la música y el cine están en contra de Megaupload porque hacen un uso no controlado de su material, ¿por qué ellos emplean libérrimamente diseños de ilustradores para su artwork y plagian descaradamente estructuras de canciones e ideas de películas y no pasa nada?

3) 3) Si hay que combatir todo lo que transgreda los derechos de propiedad intelectual partiendo de la falsa afirmación de que todos los artistas están a favor de estos derechos, ¿por qué no se tiene en cuenta a los artistas que no estamos a favor del lucro a través de la propiedad intelectual y que consideramos las descargas como una vía gratuita de difusión?

4) 4) Si los músicos-no-profesionales (véase "Estamos aquí 3") se quejan, con razones incuestionables, de que el mundo de las descargas directas lucra a unos aprovechados y que esto perjudica a los modestos que tratan de crear una cultura underground pero no pueden ¿qué piensan de las salas que cobran cantidades indecentes por tocar y de las promotoras y medios que no funcionan según calidades sino según capitales? Es decir, si se quiere proteger “a los nuestros” evitando que otros se lucren con nuestro trabajo, ¿por qué permitimos que un garito de mala muerte nos cobre 500€ por tocar un viernes?

5) 5) Si el derecho de propiedad intelectual es tan importante y tan intocable, ¿por qué ver bien que una ley como SOPA pueda ser como un Gran Hermano que todo lo puede ver, manosear e invadir? ¿Acaso no son mis reflexiones, mis documentos y mis trabajos que subo a servidores como Megaupload, Filesonic y Dropbox propiedad intelectual mía?

Preguntas-conclusión:

1) 1) ¿Por qué unos se rebotan contra el abuso de poder contra la libre circulación de datos y otros contra esos cabrones que se lucran de lo que nosotros hacemos y ni unos ni otros están hachas en mano en frente de los ministerios de economía y hacienda, bancos privados, bolsas y fondos monetarios?

2) 2) Si tan alta –y relativa, porque para todos es la adecuada- moral tenemos todos, si tan cabreados estamos contra la injusticia y si tan seguros estamos de que las cosas podrían ser más fáciles, ¿cómo es que dejamos que se nos mamonee y chulee de esta manera? ¿Por qué nos centramos en las series y discos que se deberían poder o que no se deberían permitir bajar gratis y no en ese tipo de cosas que realmente nos joden la vida -búsquese "crisis", "rescates", "hipotecas", "bancos" o demás en Google-?

Y una de regalo a los medios de comunicación y a sus televidentes:

Si nos enseñáis que el dueño de Megaupload es tan malo, blanquea tanta pasta y vive rodeado de mujeres siliconadas y droga de calidad a costa del trabajo de otros, ¿por qué no hacéis exactamente el mismo tratamiento de los dueños y gerentes del Banco Santander, el BBVA, Goldman Sachs, Lehmann Brothers, Standard and Poor’s, Fitch, Moody’s, FMI, Banco Central Europeo, McGraw-Hill Enterprises, GazProm, y tantas empresas que juegan con el dinero de todos, los recursos de todos y el bienestar de todos? Medios de comunicación, en otras palabras, ¿por qué dais tantísimo asco?

JM Martín

lunes, 16 de enero de 2012

Fraga el bueno o la mala memoria.

“Desaprende”, dice el anuncio de ING. Y nos parece poético. Desaprender es borrar la memoria, es buscar el olvido, es ocultar la evidencia y convertir la falacia en piedra angular de una realidad ficticia. Se lleva haciendo años. Siglos. Y cuando la gente parece tener acceso a más vías de información, en lugar de aumentar su capacidad crítica, resulta que se hace más tonta e influenciable.

Estoy enfadado. Muy enfadado. Lo han conseguido. Además de destrozar el sistema educativo, creando analfabestias proteicos que consideran que “no hace falta estudiar historia” porque “total, no me sirve de nada”, además hemos conseguido que gente de cuarenta, cincuenta o sesenta años se atreva a repetir, sin ningún acceso de vergüenza, cualquier burrada de las siguientes:

Fraga es uno de los padres de la democracia. Fraga era un político apasionado. Fraga dio prestigio a Galicia.

Colección de tópicos lavadores de cara que me recuerdan a otros igual de contundentes: Pinochet salvó a Chile del demonio comunista. Franco impidió el expolio soviético. Estados Unidos es la mayor democracia del mundo, e implantar la sanidad pública ahí sería recortar las libertades de sus ciudadanos.

Mentira tras mentira que sirve como lubricante para que el increíblemente robusto dildo de la desvergüenza del poder se introduzca en el orto de los bienintencionados ciudadanos. Mentira tras mentira con tal de falsear, de limpiar, de aderezar, una versión de la historia que convierte a los mayores hijos de perra que jamás hayan poblado este planeta en los padres de la libertad.

Porque el comunismo nunca pisó Chile: Salvador Allende ganó unas elecciones legítimamente en Chile al prometer la regulación del precio de determinados recursos, y Pinochet fue la punta de lanza que permitió a la CIA implementar el modelo económico de Milton Friedman en Latinoamérica y apropiarse, de paso, de sus ricos recursos naturales. Porque Franco dio un golpe de estado por no saber perder unas elecciones en un insólito momento histórico de un país que se regía, tras siglos de oscuridad, por la voluntad del pueblo. Porque Estados Unidos, esa democracia ejemplar, tortura personas en su propio suelo para sostener una guerra que, por qué callarlo, parte de un atentado repleto de sombras. Porque la libertad y la democracia no son elegir entre veinte o trescientos mil productos distintos, qué cojones me importará el número.

Porque Fraga firmó sentencias de muerte. Porque Fraga se apropió de la calle y esputó en la cara de los que pensaban distinto. Porque Fraga no dio prestigio, sino Prestige a Galicia, llenándola de fuel sin que le importara tres rábanos. Porque Fraga ordenó disparar a matar para evitar huelgas. Y no hace tanto de eso.

Por eso y más, me cago en el luto de quien no respetó a miles de muertos, de quien fabricó unos cuantos. Pero sobretodo me cago en esos políticos, barrigas agradecidas y corbatas lustrosas, que hoy agradecen a Fraga su tarea democrática, como si fuera él quien puso el sol aquí arriba y nos hizo con el barro original.

A Fraga, pero sobre todo a los Pepe Blanco, Rubalcaba y demás supuestos políticos de la progresía española, y a todos esos supuestos adalides de la igualdad que pueblan los partidos socialdemócratas de medio mundo, hoy os recuerdo que la historia la escribirán ustedes con su corrección política, pero la haremos nosotros con nuestra memoria y nuestras agallas.

Se les suelen olvidar muchas cosas, así que esta tendremos que recordársela.

JM Martín

PD: Démosle la merecida despedida a Fraga. Recordemos que fue un adalid de la dictadura franquista. Que no se olvide.